Por qué la lucha por la vivienda es una lucha feminista: Rebeca Martínez

Mayores dificultades en acceder a vivienda por mayor precariedad laboral, la dependencia de los padres o pareja para costear una vivienda, el factor de clase y también el género son aspectos que reflexiona Rebeca Martinez en una nota aparecida esta semana en TXT.

"La división sexual de las tareas domésticas coloca también a la mujer encabezando las demandas frente al desahucio en Europa.

Pero además de la dificultad de acceso, hay otros motivos por los que la problemática de vivienda tiene rostro de mujer. Debido al desigual reparto de las tareas domésticas, las mujeres son quienes tradicionalmente han empleado más tiempo y recursos para realizar las tareas de los cuidados en sus hogares, aceptando, no solo el rol de cuidadora, sino también el de “cliente del Estado”, puesto que son ellas quienes en la mayoría de las familias reclaman los subsidios y las –escasas– ayudas sociales. Por tanto, cuando estas no existen o no llegan, también son las primeras en organizarse para dar salida a su problema. Digamos que, a la hora de defender la casa y lo que hay dentro de ella, son las mujeres las primeras que se arremangan y las que ponen su cuerpo para salvaguardarla, porque es el espacio donde se desarrolla y se mantiene la vida. Para muchas, todavía es espacio de su realización personal y donde se desarrollan buena parte de sus tareas cotidianas.
Cuando las mujeres se incorporaron de manera masiva al mercado asalariado, su rol en la casa no cambió mucho. El feminismo nos ha ayudado a comprender la interacción entre el trabajo productivo y el trabajo reproductivo en el modelo de producción capitalista y a esclarecer el juego de dobles jornadas que soportan la mayoría de las mujeres para sacar las tareas de cuidados adelante. Además, ha contribuido a arrojar luz sobre la crisis de los cuidados en las sociedades neoliberales y cómo esta afecta mayormente a las mujeres inmigrantes que trabajan en este sector con acuerdos contractuales inhumanos en muchos casos. En definitiva, el feminismo ha señalado que las actividades de cuidados son también trabajo y que, el no ser consideradas como tal, ha constituido la base de la explotación de las mujeres. 
Asumir que los cuidados son un trabajo lleva implícito reconocer que estas tareas necesitan un lugar donde desarrollarse. Del mismo modo que los trabajos asalariados requieren un centro de producción, los trabajos reproductivos demandan un centro de reproducción para realizarse, en este caso, la casa. La casa es ese lugar donde nos alimentamos, nos vestimos, amamos a nuestros seres queridos, nos formamos, nos curamos y descansamos. Y si bien el movimiento feminista demanda la necesidad de crear espacios públicos fuera del hogar donde poder colectivizar estas tareas, es muy difícil (¿acaso deseable?) sacar de la vivienda todas estas actividades vitales. La vivienda, para el mantenimiento de las personas, lo es todo, y solo puede ser negada como derecho por un sistema depredador –“esa cosa escandalosa”, que decía Haraway–, que no atiende la vida ni las condiciones necesarias para que pueda darse."


Fuente: Revista Ctxt Contexto y Acción

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