Nómades: crotos y linyeras

En 1920, una ordenanza del gobernador radical argentino José Camilo Crotto, permitió a los braceros viajar libremente en los trenes de carga cuando fueran a trabajar a las cosechas. De este modo, muchos linyeras que recorrían el país usando este medio, comenzaron a ser llamados 'crotos'.

La mayoría de ellos eran hombres marginados por la sociedad, en general inmigrantes, sin familia, solitarios, que recorrían en los trenes los desérticos paisajes de la Argentina.

Muchos linyeras o crotos recorrían el país con textos de Bakunin, Kropotkine y Malatesta. El croto, individualista, con toques románticos, preindustrial, era un campo fértil para que prendieran las ideas libertarias. Héctor Woollands, un militante del "crotismo", ya muy anciano declaró hace seis años: "Durante la crisis del treinta campeaba la vocación por el anarquismo, y la FORA, Federación Obrera Regional Argentina, propiciaba la expropiación: "todo es de todos, y tenemos derecho a tomar lo necesario para subsistir". Entonces, si no había trabajo, antes que cometer la bajeza de pedir limosna era preferible correr el riesgo de salir de noche a manotear alguna gallina, para sobrevivir, no para acumular. Los delegados de la FORA, cuando salían de gira, iban de crotos en los trenes, no tenían viáticos. También era común que los crotos llevaran un par de libros en su mono, que intercambiaban en las "ranchadas".

Rechazados por la sociedad, en general, ya no volvían a integrarse a ella.

En su "mono", dice Nario, el croto llevaba muy poco: un par de pantalones, un poncho o frazada, unas cuantas bolsas de maíz para abrigarse. Y en su "bagayera"(una bolsita generalmente de lona) el croto guardaba todo su "capital": una ollita sobre la que ponía un plato de lata, y arriba la pava, y dentro de ésta, el mate, tenedor, cuchara, bombilla. El cuchillo siempre se llevaba en la cintura, aclara Nario. Yerba, café, azúcar, el frasquito con sal y pimienta. El croto usaba gorra, boina, y pocas veces sombrero. Pañuelo o toalla al cuello. Casi siempre, alpargatas.

Un croto, a los 40 años, ya era más que maduro. A los 50, se lo podía considerar un viejo. Clasificación esta, basada en la dificultad para poder resistir el frío, el cansancio y el hambre, y sobre todo, el no poder subirse a la carrera en los trenes de carga, ni trepar hasta sus techos.
Según una estadística oficial del Ferrocarril Sud, en 1936 había 350 mil crotos. A fines de la década del 40, con la industrialización, el croto pasó a ser un recuerdo.




Fuente: https://proyectorayuela.blogia.com/2011/061202-los-crotos.php


A los crotos se los ha asociado también con los ácratas. https://leyedorlibros.blogspot.com/2016/03/bepo-vida-secreta-de-un-linyera-hugo.html

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