Habitación y enfermedad, el uso del espacio como terapéutica

Lorenzo González Casas escribe sobre la historia de la construcción de hospitales para el tratamiento de enfermedades en Cuerpo Sano en Arquitectura Sana: hospitales y clínicas caraqueñas.

Dos citas de la primera de las entregas.

"La pregunta sobre cómo debe ser el diseño hospitalario ha estado siempre en el tapete. Independientemente de las penetrantes observaciones de Michel Foucault sobre el opresivo control social en prisiones, manicomios y hospitales, la necesidad de optimizar las formas de prevención y atención de las enfermedades remite también a una genealogía menos pesimista. Un problema básico en la arquitectura de los hospitales –presente también en los hoteles– concierne a las formas de disposición de habitaciones y servicios de diferentes dimensiones"

"En el siglo XX se retornó a la forma concentrada del hospital en varios niveles, pues con la bacteriología se hizo innecesario el aislamiento, llegando incluso a adoptarse el esquema vertical del rascacielos. Este tipo de edificación resuelve la superposición de zonas de habitación y de servicios en forma de zigurat o “torta de cumpleaños”, mediante un paralelepípedo contentivo de las zonas de habitación asentado sobre un basamento horizontal, o podio, donde se emplazan los servicios, consultorios y áreas de emergencia".

Sobre los proyectos desarrollados en Venezuela la vinculación con las actividades productivas en el diseño y tipo de promoción de la salud

"Pudiera decirse que, con excepción del Hospital Vargas, fueron las instalaciones de las empresas petroleras –con más de diez hospitales y unidades especializadas en el país– las que establecieron los estándares avanzados de atención a la salud. Ello reforzado por la notable influencia de los Rockefeller y sus empresas y fundaciones en la formación de personal, apoyo a programas de prevención y atención de enfermedades y proyecto y ejecución de edificaciones. El intercambio se inició con la visita de la Fundación Rockefeller en 1916 para asesorar al gobierno sobre la fiebre amarilla, algo que se mantuvo en el tiempo hasta la formalización de un programa de cooperación en 1926 el cual rindió diversos frutos como la presencia de personal experto del extranjero, el apoyo a las campañas sanitarias, la formación de personal médico y de enfermería, las visitas a hospitales norteamericanos y el soporte a proyectos arquitectónicos"




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